La educación como rehén
- Ivonne Lozada
- 29 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun
Cuando el gobierno federal decidió retirarle a Harvard el permiso para inscribir estudiantes internacionales, no solo atacó a una élite educativa: lanzó un misil contra el principio mismo de la universidad como espacio de pensamiento crítico e intercambio global.
Por Ivonne Lozada, consultora de políticas públicas

Aunque la Universidad de Puerto Rico no cuenta con una población estudiantil internacional tan numerosa como Harvard, las implicaciones de esta política son profundamente preocupantes para nuestra isla. La UPR ha sido históricamente un espacio de intercambio cultural y académico, recibiendo estudiantes y profesores de diversas partes del mundo. La implementación de políticas migratorias restrictivas podría limitar estas oportunidades, empobreciendo el ambiente académico y reduciendo las perspectivas globales que tanto enriquecen el proceso educativo.
En una isla donde la fuga de talento joven es ya un drama, políticas como estas aceleran el aislamiento académico. Además, la UPR, al igual que muchas otras instituciones públicas, depende en parte de fondos federales para financiar investigaciones y programas académicos. La amenaza de la administración Trump de retirar financiamiento a universidades que no se alineen con su agenda política, como se ha visto en el caso de Harvard, podría tener consecuencias devastadoras para nuestra principal institución educativa.
Aquí es donde radica una de nuestras mayores paradojas: como muchas otras universidades, la UPR se encuentra en una situación de vulnerabilidad ante el chantaje federal. Dependemos en gran medida de fondos federales, lo que nos coloca en una posición frágil al momento de decidir si alzar la voz o guardar silencio. Protestar implica riesgo. Pero callar implica complicidad. Esa tensión entre sobrevivencia institucional y coherencia ética es una cuerda floja que muchas universidades en la isla se ven obligadas a caminar.
Atacar a las universidades es una página trillada en el manual del autoritarismo. En los años 50, el macartismo expulsó a profesores “comunistas”. Hoy, Trump expulsa ideas bajo el pretexto de “seguridad nacional”. ¿Aceptaremos que la educación sea rehén de su paranoia? En tiempos de incertidumbre, es más importante que nunca proteger los valores fundamentales de la academia, resistiendo cualquier intento de politización que busque imponer una visión única del mundo y asegurando la libertad académica como elemento esencial para el fortalecimiento de las democracias.
Frente al gobierno federal que nos impone estas medidas, nos toca defenderla, no con silencio, sino con demandas, movilizaciones y sobre todo, con la terquedad de quienes saben que la ignorancia es el arma más letal de los déspotas.
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